lunes, 3 de noviembre de 2014

Cajita de Olinalá


Augusto Galicia López
... En algún punto del recorrido, me adelanto y ruedo un poco más rápido, pero al sentir que me estoy alejando busco un sitio para estacionar y ...

Entre las tradiciones artesanales más bellas del estado de Guerrero, guardo una curiosa predilección por las cajitas de linaloé , un árbol (casi agotado) cuya madera tiene un olor increíblemente agradable y característico (dulce, como perfume de mujer). Tanto de la artesanía como del árbol se han escrito poemas, canciones y diversas historias que forman parte del acervo olinalteco.
De mis recuerdos de niño, no se con precisión como o cuando llegó a la casa de mis padres, una de tales cajitas, el rojo brillante, contrastaba con el negro dándole un aspecto llamativo a mis ojos infantiles y desatando al mismo tiempo curiosidad por el conjunto tanto visual como olfativo. “Es una cajita de Olinalá” me dijeron, ampliando la explicación a la ubicación del pueblito en algún lugar de la montaña de Guerrero, cerca de Ayotzinapa, en la Escuela Normal Rural, donde mi papá había hecho sus estudios de Normal primaria, bajo la guía de Don Raúl Isidro Burgos, insigne educador mexicano, cuyo nombre ha quedado grabado en la escuela que quiso tanto.
Los avatares del destino me ataron al municipio de Tepalcingo Morelos, donde su feria patronal, que se celebra el tercer viernes después del miércoles de ceniza, convoca a muchos comerciantes entre los que hace algunos años, destacaban los artesanos de Olinalá y sus productos de linaloé con las tradicionales cajitas.
Todo esto pasaba por mi mente, a principios del 2014, y con el pretexto de empezar a asentar el motor de mi recién llegada “Gladius” (formalmente: Suzuki SFV 650), propuse una visita a Olinalá a finales de enero, a través de la cuenta de MotoRutaMexico.com en FaceBook. El viaje me daría oportunidad de rodar por los caminos habituales de los amigos de Chiautla con lo que la rodada tendría una doble justificación. A la propuesta respondieron inicialmente, tanto Alberto Barral, como Nohe Gallardo e Israel Téllez y un nuevo compañero de Puebla, Alex García-Hernández. Hubo algunos colegas MotoRuteros, como Alejandro Bustos, que intentaron adherirse, pero al final, como ocurre con frecuencia, fueron declinando.
Así las cosas, el sábado primero de febrero, alrededor de las 7:00 AM, junto con Alex García-Hernández, estaba saliendo de Puebla, todavía con un poco del frío invernal, rumbo a Chiautla de Tapia para encontrarnos con la banda de ese lugar y hacer el recorrido por la montaña de Guerrero (en los límites con Puebla y Morelos), para conocer el lugar de origen de las, para mi, legendarias cajitas de Olinalá. Huelga decir que llevaba la promesa de regresar con una de ellas para mi esposa.
El trayecto por la Atlixcáyotl fue un poco molesto para Alex, porque su casco de motocross con los obligados gogles, no le daban protección suficiente contra el viento frío de la mañana, aún rodando a baja velocidad. Supongo que esto mejoró un poco después de Izúcar, donde el clima es francamente más cálido. En tales condiciones, arribamos a la entrada de Chiautla, donde, en la gasolinera avisté a un motociclista que resultó ser el buen Rexx. Tras los saludos y presentaciones de rigor, pregunté por Nohé e Israel y la respuesta fue: “No vendrán”, a última hora habían cancelado por cuestiones personales.
Ni modo, para mitigar la sorpresa, acordamos dirigirnos al mercado para cargar el estómago con unas “quesadillas”, gorditas y un atole de granillo porque la jornada que nos espera requiere de que nuestros tanques lleven suficiente reserva.
Ahora sí, salimos de Chiautla, previa recarga de combustible para la Gladius, rumbo a los límites con el Estado de Guerrero, precisamente a Ixcamilpa de Guerrero, Pue.
Después de una pequeña terracería, rodamos a velocidad media detrás de Rexx, disfrutando de las curvas y de los paisajes. En algún punto del recorrido, me adelanto y ruedo un poco más rápido pero al sentir que me estoy alejando busco un sitio para estacionar y esperar, encuentro un pequeño nicho en el camino y me estaciono, pongo la pata de cabra y suelto el freno, pero ¡Maldición! El suelo de tierra tiene pendiente y la moto se mueve, trato de aguantarla pero me gana el peso y se acuesta sobre su costado derecho. ... Ya ni llorar es bueno, mi hermosa Gladius, está en el suelo, y empiezo a tratar de levantarla, cuando escucho la oferta de ayuda por un conductor de auto que pasaba en el sentido opuesto al nuestro, aunque al voltear, alcanzó a ver a Rexx y Alex que están llegando y agradezco indicando que no es necesario.



Levantamos la moto (más bien la levantó Alberto) y observamos que no tiene rayones o daños visibles, así que aprovechamos para tomar las primeras fotos del camino.


Seguimos la ruta y en las primeras curvas noto que me cuesta trabajo hacer los cambios porque la palanca de velocidades parece estar fuera de su lugar, pero sigo para no detener la rodada y al llegar a Ixcamilpa, aprovecho que Rexx se detiene para saludar a un conocido y con dos o tres jaloncitos a la palanca, vuelve a quedar en la posición correcta para continuar la jornada (una de las ventajas de la maleabilidad del aluminio).
El tramo de Ixcamilpa a Olinalá sigue con buenas curvas y sólo lo vemos detenido al llegar a la tierra de las tigradas y las cajitas, por un retén de la marina, el cuál pasamos sin contratiempos, aunque sin salvarnos de la revisión de maletas.
Ya en Olinalá, Alberto (Rexx) se mueve como pez en el agua y nos lleva sin más preámbulo a la pozolería “La Olinalteca” donde, a pesar de mi poca afinidad hacia dicho platillo, me veo repitiendo ración por lo sabroso del pozole verde propio de la cocina de este lugar.



Después de las dos raciones, acompañadas de sus correspondiente cerveza, nos disponemos a visitar el centro de la población para buscar la cajita prometida. En la entrada de un local de artesanías, Rexx me hace notar una zona deforestada del cerro vecino, donde aparentemente crecía el linaloé.

El encargado de la tienda nos comenta que las cajitas (en realidad hay de diversos tamaños) ya no se hacen de linaloé debido a la escasez de estos árboles, sino de madera común (¿pino?) a la que agregan un aromatizante para imitar las sensaciones que provocaban las artesanías originales.

Provistos de sendas artesanías, abandonamos el local para regresar al camino. Ahora se trata de llegar a Axochiapan Mor. Pasando por Papalutla para encontrar la carretera estatal 7 de Puebla, que conecta esta parte de Guerrero con Morelos. Otra vez somos sujetos de revisión por el retén de la marina que hizo cambio de turno mientras estábamos en Olinalá. En algún punto intermedio del trayecto a Papalutla, aprovechamos para más fotos.

En el tramo de Olinalá a Papalutla, puedo observar dos aspectos; el primero, que la carretera tiene muy buen nivel de curvas y está recién pavimentada, y que no podemos aprovechar estas condiciones porque los huracanes del año pasado (supongo que principalmente Ingrid y Manuel) han provocado tantos derrumbes que en algunas partes no nos queda más que seguir a una camioneta que desciende con mucha precaución hasta llegar a Papalutla.
Había olvidado mencionar que el clima es tan caluroso que nos obliga a hacer una parada de rehidratación en una tiendita del camino.

Después de admirar por algunos momentos el cauce del río (el alto Balsas, de acuerdo a la información de Rexx), continuamos en el camino porque el destino todavía parece lejano.



Algunos kilómetros después de encontrar la carretera 7, un poco antes de Jolalpan, Pue. Observo el parpadeo del indicador de “reserva” de combustible de mi moto, por lo que “ajusto” la marcha para no pasar de 80 km/h y no quemar combustible en exceso. En Jolalpan el buen amigo Rexx me indica que aunque no hay estación de gasolina, podemos buscar algún lugar donde nos vendan gasolina en “garrafitas”, a menos que quiera seguir hasta Axochiapan que se encuentra a unos 30 km. De acuerdo con las especificaciones de la Gladius (3 litros de reserva de gasolina), estimo que todavía puedo rodar sin problemas por otros 40 a 50 km, por lo que me arriesgo a llegar a una gasolinera establecida. ... Mi estimación resultó adecuada, porque llegamos a Axochiapan sin incidentes y al recargar y revisar el kilometraje desde Chiautla, los tres coincidimos en que el tanque de la Gladius rinde alrededor de 200 km antes de empezar a “avisar”.
En Axochiapan bifurcamos nuestros caminos, porque Rexx regresa a Chiautla por Tlancualpicán y nosotros nos dirigimos a la autopista S. XXI, pasando por Tenango. Como buena acción del día, Rexx, nos acompaña para que podamos salir de Axochiapan rumbo a Tenango, y en la salida nos despedimos para regresar cada quién a su lugar de origen.
Alex y yo continuamos rumbo a Tenango, con la desventaja de que empieza a oscurecer y ninguno de los dos conoce el camino, por lo que en una “T”, equivoco el camino y empezamos a rodar rumbo a Xonacatepec. Algo me indicaba que no iba bien, así que el GPS autóctono nos indica que debemos regresar para llegar a la carretera Cuautla – Izúcar y de ahí tomar la autopista a Puebla. Después de corregir el rumbo, nos encontramos con la carretera a Izúcar y tomamos rumbo a Cuautla para llegar a la autopista. Como ya está obscuro y tenemos que pasar de la calidez morelense al frío poblano, nos detenemos en una gasolinera, nueva que tenía una gran fiesta, para adecuar nuestra vestimenta y de paso tomar una bebida caliente en el oxxo aledaño.
Por fin, a eso de las 19:30 hr emprendemos el regreso, ahora sí, bien seguros de por donde rodamos, dos o tres kilómetros después encontramos la entrada a la autopista, y como buen conocedor, ... me pasó de la entrada ... afortunadamente, unos metros adelante puedo ingresar a la vía y emprender el camino hacia Puebla. Rodamos lentamente, porque hay que recordar que Alex lleva casco de motocross, pero no hay prisa la consigna es llegar aunque rodemos lento. Vamos acumulando kilómetros y llegamos a la caseta de metepec, donde nos preguntamos sobre la situación en que rodamos y el pulgar arriba es la respuesta mutua. Seguimos hacia la Atlixcáyotl manteniendo el paso seguro y al avistar la caseta de Puebla, me invade una sensación de seguridad y bienestar. Después de pasar la caseta, nos despedimos para enfilar cada quien a su casa para terminar la rodada, donde la empezamos.
El trayecto de la caseta hasta mi domicilio transcurre sin novedad, entro a la casa con la cajita de Olinalá que era mi objetivo de viaje, después de 600 km en la ruta, por lo que puedo decir ¡Misión cumplida!

Gracias amigos Rexx y Alex por compartir esta rodada conmigo y con la debutante Gladius. Seguiremos viéndonos en el camino como corresponde.

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