domingo, 13 de septiembre de 2015

Yohualichan, Puebla.


Augusto Galicia López

"Así que me "impermeabilizo" y me lanzo al camino ..."

Para los moteros, la Sierra Norte de Puebla representa una buena oportunidad de disfrutar de buenos paisajes y mejores curvas. Un recorrido interesante inicia en la ciudad de Puebla pasando por Teziutlán y luego visitar Cuetzalan, sin olvidar el paseo por la Zona Arqueológica de Yohualichan.
Así que un jueves de julio por la mañana, empiezo a rodar ¡Ah! Que sensación, el aire fresco de la mañana pegando en la cara. A los pocos minutos ya estoy en la autopista Puebla – Perote con rumbo a Teziutlán. Sí, la autopista es muy aburrida, pero me da la oportunidad de llegar rápido a mi primera escala para poder asegurar que el recorrido será de un sólo día.
Paso por la primera caseta, Amozoc, tomo una foto y reviso el equipaje, solamente por si acaso. Llegada al túnel de la autopista Puebla - Perote, voy detrás de un doble remolque a una distancia prudente, ya que el chofer de la pesada unidad maneja como si trajera un compacto. Veo un tramo recto y acelero para rebasarlo, lo hago sin problemas y empiezo a distanciarme, pero tengo que disminuir porque la salida para Teziutlán está próxima y al ver nuevamente por el retrovisor veo el tractocamión muy cerca, casi de inmediato salgo de la autopista para ingresar a la de Teziutlán y reviso nuevamente los retrovisores … ¡Uf! Qué alivio el doble remolque también salió de la autopista pero tomó el camino a Oriental, es decir va en sentido puesto al mío. Entro a la autopista de Teziutlán y más pronto de lo esperado ya estoy pagando el peaje en la caseta de Payuca. Cómo se sabe y ya he comentado, las autopistas sólo tienen de ventaja el ahorro de tiempo, así que antes de lo que tardo en narrarlo, ya estoy en la entrada de Teziutlán. La vista desde la autopista justifica el peaje, las fotos son obligadas y me adentro en la llamada “Perla de la Sierra”.
El clásico vistazo al tablero me dice que debo cargar combustible así que me dirijo a la salida de la población, con rumbo a Tlapacoyan, Ver., para llenar el tanque en la primera estación que encuentre, aprovecho para ponerme el impermeable completo (incluyendo cubre botas ), porque está tan nublado que la lluvia no tardará en hacerse presente. Voy rumbo a Hueytamalco, por la sinuosa carretera a Tlapacoyan, y la llovizna cambia a lluvia intensa, me mantengo en una caravana, que rueda a baja velocidad, ni modo a extremar precauciones. A un lado de la carretera se ve un arco que da la bienvenida a Hueytamalco, así que me desvió para pasar debajo de él, pero la población todavía está distante unos 10 km. Pero el camino se vuelve más sinuoso y está en buenas condiciones ¡Vaya! Espero que así esté todo el trayecto.

En Hueytamalco, las calles que rodean el jardín central, lucen un hermoso piso de baldosas color rojo; pero, ¡Maldición! Están resbalosas, tal vez más por la humedad de las recientes lluvias. Estaciono a un lado del palacio y antes de que pueda asentarle la “pata de cabra” ya está un policia junto a mi para indicarme que el estacionamiento está prohibido. Le pido cómo favor que me deje unos minutos pues sólo voy a tomar algunas fotos y accede tal vez para preguntarme sobre lo “raro” de mi vestimenta (casco, impermeable y cubrebotas). Tomo las fotos y me despido del vigilante y de Hueytamalco a buscar la salida para Ayotoxco.
A poco de dejar la población, el camino hacia Ayotoxco se vuelve casi de película, exuberante vegetación, con abundancia de chacas que han pasado de ser postes de cercado a árboles de mucho follaje que se entrelazan de lado a lado formando casi túneles que sombrean la carretera y le dan un toque distintivo, además, las orillas están llenas de carrizales que le dan mucho verdor y aspecto tropical.

Conforme voy descendiendo, empiezo a ver algunos baches en el piso, y de repente, tengo que frenar un poco brusco porque parece haber desaparecido el pavimento y en su lugar hay unos enormes agujeros.
A partir de este momento, el camino se vuelve una paradoja, es un bello escenario, pero una espantosa superficie. Avanzando muy despacio, llego a Ayotoxco, pintoresco poblado serrano  a 340 m SNM.  El calor húmedo me obliga a aligerar mi vestimenta para no deshidratarme en exceso. La vegetación y la topografía de este lugar valen la pena de visitar, aunque haya que soportar los malos caminos y el calor sofocante, sigo mi marcha hacia la zona arqueológica de Yohualichan, lugar donde haré una escala turística. A poco de haber salido de Ayotoxco, me encuentro con el río Apulco. algunos kilómetros aguas abajo, se une con el río Zempoala y se transforma en el río Tecolutla, estoy casi en el límite con el estado de Veracruz.

Dejo el puente sobre el Apulco y un poco después me pongo el impermeable nuevamente porque empieza a lloviznar, pero sólo fue falsa alarma así que vuelvo a quitármelo. Encuentro una bifurcación, sin señalamientos, y como lo establece la “Ley de Murphy” tomo el camino equivocado, hacia un lugar que se llama Tecuantepec, pero no avanzo ni un kilómetro y veo que la carretera está interrumpida por un enorme deslave que prácticamente la hizo desaparecer, ahí me informan sobre el camino a Cuetzalan, por lo que regreso y me dirijo al lugar correcto.

Llego a la entrada de Yohualichan casi pasando de largo. De la carretera a la zona arqueológica, qué está en el centro del poblado, son aproximadamente 4 kilómetros de un empedrado tan bonito como resbaloso. Pero, aunque tuve algunos sustos por resbalones de la llanta trasera, al llegar al pueblo encuentro un estacionamiento muy rústico.



Esta es la tercera o cuarta vez que visito esta zona arqueológica y me sigue pareciendo extraordinaria, no obstante observo que el INAH casi no ha excavado más de lo que había hecho hasta hace unos diez años. El recorrido es rápido (no más de una hora) pero se puede admirar, el juego de pelota y la plaza principal Es un magnífico lugar para quienes gusten de tomar fotos.
La llegada a Cuetzalan por este lado, ofrece una de las mejores panorámicas de la Sierra Norte de Puebla, me siento obligado a acomodar la Inazuma para mandar un recuerdo a los amigos, espero que les guste.
También aprovecho para tomar el clásico selfie en esta hermosa población (pueblo mágico), con la iglesia principal de fondo.
Como suele suceder en estos rumbos y en esta época del año, el clima siempre oscila entre soleado, llovizna y lluvia intensa, y en la entrada de Cuetzalan, para no variar, con piso muy resbaloso de baldosas de piedra, vuelvo a patinar sin consecuencias pero con sustos. Encuentro un restaurante conocido, “El fogón”, y me estaciono, bajo techo, para restaurar las fuerzas. Arrachera, enchiladas y cerveza me devuelven lo gastado y antes de continuar en el camino se suelta un tremendo aguacero que confirma lo apuntado al principio de este párrafo. Buena oportunidad para rodar bajo la lluvia, así que me “impermeabilizo” y me lanzo al camino. Que fantástica sensación, el agua corriendo por las calles, al pasar a un lado de la iglesia hay una escalinata que está convertida en una temporal cascada de varios niveles. Vale la pena la mojada después de haber visto el espectáculo. Enfilo hacia Zacapoaxtla, mientras la lluvia continúa con intensidad, desde los pocos autos y un autobús que me encuentro en el camino, veo las miradas de extrañeza al verme rodar en tales condiciones, pero sigo y la lluvia sigue, nos seguimos.
Al llegar a Zacapoaxtla, la lluvia empieza a disminuir, entro a la autopista (ni modo, aburrida pero llegaré más rápido a mi destino) y deja de llover, así que aprovecho la llegada a la caseta de Payuca para quitarme el impermeable, observo el cielo y parece que ya no encontraré lluvia.Finalmente, llego a Puebla, de tal forma que casi a las 21:00 estoy entrando en la casa, un poco mojado, pero satisfecho del recorrido de 412 km, al menos 100 de ellos bajo agua. ¿Siguiente ruta? … La mixteca poblana … ¿Alguien se apunta?

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